Calma


Supongamos por un instante una situación bizarra. Más bien rara digamos para no alterar a los paladines del lenguaje. Cierta tarde nos adentramos en una sala de estar donde observamos una heladera, desenchufada por supuesto, utilizada como estantería. Dada su esencia funcional, además de una extravagancia, la utilización de una nevera como objeto de decoración o almacenamiento cálido es un desperdicio. Susan Cain, desde su libro quiet the power of introverts, nos interpela y a la vez nos importuna dejando el tufillo en el ambiente de que un considerable porcentaje de la población mundial adolece del flagelo de ver su esencia trastocada. Más audaz aún, expresa casi literalmente que este absurdo es el problema social más acuciante de la actualidad. Graves enfermedades, catástrofes naturales, guerras infames, armas de destrucción masiva…Qué nuevo apocalipsis describirá la "Lilita" americana, rumiará el lector avezado. Veamos si podemos convencerlo…      
       
Desmenuzando los datos duros sin caer en la sobreabundancia de tecnicismos, el libro refleja que entre un tercio y la mitad de la población de los Estados Unidos podría encasillarse como poseedora de una personalidad con rasgos eminentemente introvertidos. Estos guarismos extrapolados a nivel mundial serían mayores dada la prominencia de la extroversión en la sociedad norteamericana. Quien gozó alguna vez de la fortuna de deambular por alguna célebre y foránea plaza turista, superpoblada de "gringos" por supuesto, probablemente lo haya comprobado en carne propia. Estados Unidos es el epicentro de (entre otras cosas) lo que Cain nos informa que se denomina el ideal extrovertido. Este arquetipo de personalidad determina los comportamientos de la sociedad mediante la definición cuasi moral de cómo debemos proceder tanto en los ambientes educativos, laborales como sociales. La receta exhorta a mostrarse sociable, expresarse con prodigalidad tanto a nivel contenido como gestual, tomar decisiones rápidas y riesgosas, propiciar siempre el trabajo en equipo, y participar en los debates con un comportamiento y discurso asertivos. Y como no podía resultar de otra manera, una vez maduro el producto, la rapacidad de la periferia debe consumir lo que el centro exporta. 

La existencia de este modelo de personalidad preformateado y adoptado (inconscientemente) por la sociedad genera la necesidad de seguir al profeta o correr el riesgo de la excomunión. La realidad indica que la capacidad de elección se encuentra bastante acotada y de existir se suele circunscribir a etapas avanzadas. Desde niños somos inexorablemente impelidos hacia una matriz de fabricación de correctos ciudadanos inclinada completamente hacia la extroversión velando los rasgos introvertidos. Mientras algunos parecen ser fruto directo de este molde, otros deben acurrucarse más que en el subte en la hora pico para lograr amoldarse. El grave problema con este modelo de fabricación cuasi industrial de personalidades está determinado por que una considerable ración de los rasgos ya vienen prefabricados y codificados en el ADN. Otros son forjados por ciertas vicisitudes indelebles en el transcurrir de la vida. La pregunta que surge a partir de todo esto es fundacional y también evolucionista. ¿Por qué "la fábrica" deja afuera los rasgos característicos de la introversión si no es posible demostrar que años de evolución hayan eliminado (o siquiera disminuido la proporción de) estas cualidades en las especies?.

Cuáles son las características prominentes de la inmoralizada introversión es un interrogante complejo. Luego de años del natalicio del término los psicoanalistas no convergen en una definición única. La excesiva publicidad del ideal extrovertido generó por ósmosis que la introversión tenga para gran parte de la sociedad un sentido estrictamente peyorativo. Raudamente la timidez tomo la posta de la ignominiosa introversión. Más fácil de describir, la timidez representa un miedo excesivo al juicio de la sociedad. La dificultad para manejar estos niveles de temor derivan muchas veces en pánico mediante el cual el individuo percibe irracionalmente una muralla infranqueable en situaciones ordinarias y necesarias de afrontar en sociedad. Por esto resulta extraño que alguien se sienta a gusto con su timidez. No sucede lo mismo con la introversión. Los últimos avances tecnológicos en el área de la neurociencia tienden a refrendar que la introversión está mucho más influenciada por los diversos rangos de tolerancia ante los estímulos externos que por la timidez. Aunque exista algún tipo de evidencia que indica que las personas tímidas se suelen encontrar dentro de las que están catalogadas como introvertidas no hay un lazo estricto (de ida y vuelta) entre la introversión y la timidez. 

Carl Jung, el eminente psicólogo que acuño por primera vez el término, consignó que no existen extrovertidos ni introvertidos puros. Una manera de pensar los niveles de introversión y extroversión sería haciendo una analogía con los números reales. Entre el cero y el uno existen infinitos números. Para un lado siempre se encontrará algún valor más chico y para el otro siempre uno más grande. Entre los extremos de la introversión-extroversión existen infinitas personas con distintos grados de respuesta a los diverso niveles de estimulación que reciben. Mientras los introvertidos necesitan recargar baterías luego de un exceso de estimulación los extrovertidos se energizan con una mayor exposición. Cain expone en su libro que uno de los factores más importantes que determina nuestra vida es dónde nos situamos en la recta infinita de la personalidad. Este punto abstracto nos define y tendrá una incidencia decisiva en casi cualquier circunstancia que enfrentemos. Sin embargo, la necesidad de ser aceptado por una sociedad que acusa e intenta extinguir la mitad de la recta deviene en una ficción constante donde casi la mitad de la población debe actuar y aparentar consigo misma mientras la otra mitad del elenco ni siquiera sabe de la obra en la que participa. En esta pantomima se sustenta la esencia de la tesis de Cain.

Pero el libro no se conforma con solo plantear una hipótesis y demostrarla o al menos sustentarla profusamente. Sin ser una científica "profesional" y logrando que su libro no se empantane en tecnicismos profundos y monótonos, luego de plantear el problema Cain nos adentra mediante cohesivos capítulos hacia diversas temáticas que exploran no solo el porqué desde el punto de vista psicológico sino también sus causas tanto en el sentido antropológico como económico-social. Exhibe que desde los textos bíblicos se pueden interpretar extractos respecto a los diferentes rasgos de personalidad y hasta en el mundo animal se encuentran rectas infinitas de personalidad. Lo que podría llevar a pensar que este es un tópico trillado. Error. El abordaje de lesa humanidad que nos propone el libro lo vuelve apasionante y actual. Reconocidas y determinantes personalidades de la historia mundial son desnudadas en cuanto a su introversión por Cain que demuestra que cuando recurrimos a factores tan importantes como son la creatividad y el liderazgo son necesarios los introvertidos en su hábitat natural. Los ejemplos son abundantes y elocuentes. La pregunta: ¿Qué sería del mundo si por ejemplo no hubiéramos permitido a Einstein pensar en soledad situado en su óptimo ambiente de estimulación?. El libro nos intenta despertar con la casi denuncia de ghetto e intento de exterminio que revela. 

Aunque se reconoce introvertida, en ningún momento de la lectura queda la sensación de que Cain esté haciendo proselitismo por su cohorte. Así y todo, en la arista empírica el libro nos desayuna con que en general los niños introvertidos producen mejores calificaciones a nivel escolar. Por otra parte, los líderes introvertidos proveen mejores resultados a las compañías permitiendo un más libre desempeño de los distintos miembros del grupo de trabajo al escuchar sus propuestas y permitir su desarrollo. Sin embargo la evolución de la educación manifiesta que a nivel escolar poco se incita y promueve la reflexión individual. Es hasta incómoda la epifanía arquitectónica que nos invoca a analizar nuestro día a día desde el punto de vista de la distribución de nuestros lugares de trabajo. Tanto las modernas oficinas como las flamantes escuelas prorizan los ambientes de trabajo en grupo por sobre los espacios cerrados y tranquilos para el desarrollo individual. En un llamado a la acción que exterioriza en su brillante charla en las conferencias TED, en uno de los tres puntos con los que exhorta a la audiencia, Cain proclama que se termine con la locura del trabajo en grupo. Los comportamientos de los grupos suelen seguir con vendas en los ojos al elemento más dominante lo cual rara vez resulta correlativo con las mejores ideas. 

Desde el plano económico, que nunca puede faltar, al parecer el ideal extrovertido comienza a desarrollarse a partir de la transformación productiva que migra durante los siglos XIX-XX de la agricultura hacía la manufactura y los grandes negocios. Esto redunda en una ingente migración de población acostumbrada a los ambientes tranquilos característicos de los lugares bucólicos para convertirse en ciudadanos de las grandes metrópolis. Los trabajos comienzan a involucrar cada vez más interacciones y florecen y se destacan quienen rápidamente logran hacerse con la confianza de las flamantes amistades u ocasionales clientes. Esto es un inexpugnable acicate para crear la cultura de la personalidad por sobre la cultura de las ideas. El poder de convencimiento y la capacidad de sobresalir en las pruebas de interacción que sobrevienen diariamente representan lo que la sal, el oro, o el dólar en otras épocas. Es el deseo universal y así comienza a forjarse el ideal extrovertido. La personalidad como moneda de intercambio para lograr mejores condiciones de la real moneda de intercambio. Intrincado, casi paradójico.

Pero como los números romanos del párrafo anterior lo indican, esto no fue siempre así. Zaratustra, así como tantos otros profetas no ficcionales, decidió la soledad del ermitaño para empaparse de sabiduría y revelar las verdades a las iletradas masas. Los años que Cain se tomo para realizar su profunda investigación y bajar del pináculo con las tablas de la ley podrían representar lo mismo. En el segundo punto de su desesperado grito de acción Cain exige o propone ser como Buda. Reflexionar más a menudo, situarse en el correcto punto de la recta y no en el que nos exige la sociedad, y salir de estos efímeros nirvanas con las revelaciones necesarias.  Su ultimo llamado a la acción está muy relacionado con el anterior y propone justamente ser más conscientes de nuestras revelaciones y tratar de utilizarlas o llevarlas a cabo, aunque sea de vez en cuando, de manera ocasional. En algún punto grita a viva voz que intentemos desenmarañar la realidad y vivir lo máximo posible de acuerdo a los rasgos que portamos. Encontrar nuestro punto en la recta más allá de donde nos haya depositado la fábrica al producirnos.  

Sin dudas el libro de Susan Cain merece la lectura. Es un libro con claros tintes científicos pero también con revelaciones, hipótesis y tesis abrumadoras. Algunas rozan lo espeluznante, pero lejos de Carrió, siempre con considerable sustento y profundas argumentaciones. Para algunos puede resultar un libro de pseudo-autoayuda (pero de calidad), a otros les mejorará relaciones o les permitirá entender y aceptar ciertos comportamiento de camaradas. Finalmente quien no le encuentre una veta personal podrá encontrar una argumentación magistral sobre el problema más urgente de la actualidad. Doy por seguro que pocos dejarán el libro sin terminar. También que les incomodará y les generará varias preguntas junto con algunas revelaciones. A mí, particularmente, me quedo una para compartir con el lector que llegó al final del artículo. ¿Habrá más de la mitad de extrovertidos en los organismos políticos? 

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