Pubis Angelical


Una lectura superficial de la novela Pubis Angelical consignaría que en el relato aparecen, en dosis sobrias y moderadas, halagados los rasgos típicos de los argentinos. Más que nada esos sobre los que nos sentimos orgullosos y avergonzados a la vez. Rasgos dicotómicos tales como la viveza criolla, el ganar a cualquier precio o nuestra clase media ilustrada seguro no faltarían. A mí, por el contrario, me seduce la idea de que Puig ironiza y engaña con ellos, porque lo que realmente busca adular con sobriedad, y de modo elíptico o figurativo, es la capacidad del argento por la lucha. Diversos fragmentos del relato pueden interpretarse como claros estandartes del valor de la desobediencia, la esperanza cerril y nuestra capacidad de resurgir de las cenizas. Los argentinos somos seres indómitos como pocos en el globo, que para bien o para mal, con aciertos y crasos errores, luchamos y nos apasionamos por cada granito de arena que atraviesa nuestras vidas. Exacerbados, sí, pero nunca indolentes. Por eso, en el contexto en el que está escrita la novela, la cruenta y nefasta época de la última dictadura militar, no es casualidad que para refrendar estos cumplidos, la protagonista sea una mujer. Ana lucha incansablemente contra un cáncer y da su batalla por subsistir desde el exilio. Un final complaciente expone que en su inconsciente germina la necesidad de salvar a su hija del fratricidio flagrante en su querida patria, la Argentina.

La novela discurre en dos planos paralelos, el realista o consciente donde Ana está convaleciente en un hospital Mexicano, y el inconsciente donde se narran historias de ciencia ficción enmarcadas en épocas tanto antiguas como futuristas. En el plano consciente Ana se encuentra exiliada y recibe la visita de un amigo particular, devenido montonero, que busca persuadirla para conspirar contra un milico o colaboracionista con quien ella salía y quien tuvo una importante responsabilidad en su desarraigo. De allí se desprende el nudo de esta dimensión de la historia, donde oscilan los relatos de un diario íntimo que refleja los pensamientos banales de Ana durante su convalecencia y diálogos entre ella y Beatriz (su amiga) o Poggi (el monto) que representan los conflictos de época de manera cruda y fiel. "Yo iba a festejar con los oligarcas y los pobres defendían al tirano" cuenta Poggi que reflexionó a modo de revelación como le habrá pasado a muchos intelectuales ante la muerte de Perón. Luego intenta con algo más terrenal para convencer a Anita de sus designios: "En política como en la vida no se vive de utopías sino de realidades. Y a veces la realidad obliga a aceptar la violencia aun estando en contra de ella."

En paralelo y entrelazados, se suceden los relatos oníricos, en formato de tercera persona, que ahondan en las peripecias de dos mujeres con sendas características fatídicas. En estas historias abundan las conspiraciones y flota en el ambiente la sombría presencia de la muerte. Una sucesión incansable al estilo muñeca rusa de contratiempos para esas mujeres que intentan liberarse de diversas cadenas impuestas que las empujan al abismo. Refulge constantemente la sensación de encierro, de vigilancia ubicua, de castigo ante el mínimo intento de subversión del orden. De injusticia. Se huele en el relato la sordidez, la muerte cual cuervo planeando bajito todo el tiempo, amenazante, presagiando su picotada en cualquier momento y lugar. Espías, maridos o tiranos pergeñando el golpe final que logre inclinar la balanza a su favor. - Su esposa sería ejecutada sin fragores de pólvora ni cosa parecida, la encerraría en una caja fuerte con todas sus joyas, sí, la obligaría a entrar en una cámara pequeñísima, transparente como el celofán, pero rígida como el acero - cavila uno de los esposos captores remedando encierros y torturas dictatoriales ante el mínimo gesto de indisciplina.

Cabe resaltar que para desarrollar la dimensión del inconsciente, Puig troca entre relatos de estilo kitsch y narraciones de estilo folletinesco y melodramático que caracterizan a gran parte de su obra. En Pubis Angelical se pueden leer prolíficas cursilerías del estilo: "La pareja perfecta causaba un curioso efecto entre la concurrencia, nadie los podía mirar más que un instante, su esplendor hería las retinas." Evitando empalagarse ante tales estocadas poéticas uno tendería a buscar en los relatos mundanos los halagos a la argentinidad, en los diálogos de Ana. Y fehacientemente, allí se encuentran los rasgos más trillados que ocultan al verdadero halago. Es en el relato psicológico, en el subconsciente de la protagonista donde se va tejiendo con precisión de cirujano la metáfora más cruda de la idiosincrasia argentina. Allí donde los encierros, espías, y la desconfianza entre camaradas atiborran la novela. Donde incansables luchas, siempre de mujeres, se cristalizan en un final epifánico. Una ensoñación angelical, una madre desesperada escapando de su imaginaria cárcel de máxima seguridad, para reencarnar en un angel. La aparición espectral alborota la patria, donde se desarrolla una sangrienta guerra civil. Esa mera presencia metafísica logra la paz en las distintas batallas entre compatriotas por las que se inmiscuye mientras persigue el rastro de su niña. Finalmente la encuentra y entonces la novela retoma al plano consciente. Ana se esperanza de nuevo con curarse y siente la necesidad imperante de ver a su madre e hija, luego de tantos años de exilio y negaciones.

Como último dato no está de más observar que la novela está realmente escrita en época de dictadura y que todo el relato está contaminando de fondo por la fatalidad y los conflictos contemporáneos, con una madre como protagonista, convaleciente desde el exilio y con su familia y amigos perseguidos en Buenos aires. A la distancia y a modo de pregón respecto de la versatilidad y multiplicidad de significados y emociones que suscitan las grandes obras no puedo dejar de ver una alusión clara a las madres de plaza de mayo y lo más puro que ellas representan de nuestra sociedad. Las Madres ya habían hollado la plaza con sus reclamos cuando la novela sale a luz. Las fechas me avalan entonces y me permiten soñar con que ya sea deliberada o involuntariamente, Puig se inspiró en esas heroínas para diagramar su obra y afinar su pluma. Por último, ya que la magia de la literatura nos permite soñar, crear y elegir déjenme imaginar que se inspiró en la línea fundadora.


La Migliore Offerta

En la cultura de la inmediatez y lo efímero nos enfrentamos una y otra vez a la imposibilidad de desentrañar la esencia de las cosas. Y debido al contacto meramente superficial es complejo discernir entre algo auténtico y el prodigio de un embustero. Subido al caballo del pesimismo frente a las modernas formas de relacionarse, Giuseppe Tornatore intenta inocularnos una concepción desesperanzadora de la sociedad mediante su reciente película La Migliore Offerta. La sugerencia explícita es: en el amor triunfa el mejor falsificador. "Los sentimientos humanos son como una obra de arte, pueden ser resultado de una simulación" pregona a costa de Billy uno de sus personajes. Vaya paradoja, tras disfrutar dos horas de una gran película terminé embargado por un certero optimismo. Hasta podría ruborizarme un poco y confesar que me despertó cierto grado de sentimentalismo su obra al dejarme llevar por sus intrincados vericuetos.

No sin antes disculparme por esta posición idílica que encarné paso a describir algunas cuestiones fundamentales del film en pos de defender mi postura. El protagonista Virgil (Geoffrey Rush) es un agente de subastas, con ribetes de aristócrata y un alto desprecio por la sociedad. Ya ingresado en el ocaso de su vida se caracteriza por su cualidad de huraño. Huye del contacto directo con “el afuera” y hasta dentro de su casa viste guantes, seleccionados cuidadosamente de su abigarrada colección. Promediando el film exhibe su capacidad para dilucidar entre obras originales y falsas y se lo puede escuchar en tono pedagógico: “Todas las falsificaciones tiene algo de auténticas (…) El falsificador no puede evitar traicionarse a sí mismo dejando su huella, un simple cambio en la pincelada que descubre su sensibilidad (…) no se resiste a la tentación de hacer la obra suya". La pizca de sal que detona la trama la aporta un llamado misterioso. La voz atrapante de una hermosa y enigmática joven (Claire) lo insertará en un escarpado sendero de amor, enigmas y conspiraciones que le eclipsarán su capacidad de determinar la autenticidad del romance.

Aunque en la película se puede sospechar desde el inicio un lúgubre final, está magníficamente encubierto por la apasionante historia de amor. El film se compone de constantes episodios de engaño y falsificación que conciernen sobre todo a las relaciones humanas. Una escena tras otra, el espectador debe mantenerse alerta para captar lo mejor de la obra. Cada detalle vale. Hay un claro sesgo ejercido por Tornatore para influenciar en la interpretación de cada gesto, pero en la gran mayoría el espectador podría y debe tomar su propio camino (lateral). Los espectadores participamos y somos constantemente interpelados respecto de qué es lo falso y qué lo auténtico. Un claro ejemplo sucede cuando el único amigo de Virgil, Billy (Donald Sutherland), le espeta su indignación. Al parecer Billy soñaba con ser pintor, pero Virgil, quien trata a su único amigo con un ácido desprecio, nunca valoró sus pinturas. Una escena sugerente teniendo en cuenta que el final terminará siendo una obra maestra de Billy. Su gran revancha, demostrando que sí es un gran artista, que logró falsificar y no ser descubierto por el especialista. Virgil lo había subestimado. Y como todo impostor, un cínico Billy va dejando sus pinceladas para regocijarse. Es cuestión de ir descubriendolas, y en ese caso saborearlas.

Ya desde el inicio, y en raciones frugales, Tornatore yuxtapone en el film las escenas de puro escepticismo. Virgil en un restaurante finísimo, comiendo solo y esperando absorto que se consuma la vela en su torta de cumpleaños. Luego sentado, también solo por supuesto, contemplando su colección de cuadros, todos eximios retratos de mujeres, su única compañía. Estos semblantes femeninos están emplazados casi matemáticamente en una sala sobria, fastuosa, pero oculta en su propia casa. Y casi como para justificar lo que le sucederá finalmente, Tornatore nos muestra que sus cuadros no fueron adquiridos bajo métodos libres de engaño sino bajo la deshonesta influencia de sus conocimientos y su poder de fuego como subastador. El amor es lo único que podría eyectar a este ser mezquino de esa vida vacua. ¿Cómo es vivir con una dama? pregunta Virgil cuando el amor se acerca para salvarlo. "Exactamente como participar en una subasta, nunca sabes si tu oferta será la mejor" recibe el coletazo. Él mantuvo a sus damas ocultas en su casa para asegurarse que nunca lo abandonaran. Pero se enamora de una de carne y hueso, y inexorablemente baja la guardia. La Invita a Claire a contemplar su templo. Y en un abrir y cerrar de ojos Claire se roba a todas sus amantes. Eso no es lo más grave, sino que se esfuma ella también. El final no nos muestra la algarabía de los conspiradores, no es la gran estafa lo que refulge y trasciende, sino el abatimiento del humillado.

“Somos una falsificación de nosotros mismo, ya nada es auténtico.” le susurra Tornatore a la prensa. Pero los hijos contradicen a los padres y Virgil le contesta aplomado desde una de sus escena: "En algo falso se encuentra siempre algo de auténtico". Y en esa pizca de autenticidad es de donde se sostiene mi postura romanticista. Tornatore intenta hacernos creer que la sociedad entró en decadencia, que ya no se puede confiar en nadie. Pero Virgil se obsesiona. En cada nueva escena se lo palpa entregado por cada uno de esos minutos de vida descarnada que se le propone. Expone su vulnerabilidad hasta límites extremos y así y todo nos demuestra que la vida es simplemente esos minutos. Y que no importa el resultado. Bajado el telón, el espectador se enfrenta a un elija su propia aventura. Puede optar por quedarse con una mirada cruda y escéptica de las relaciones contemporáneas lo cual será un gran acierto del director tras una trama irrefrenable de falsificación, simulación y engaños. Lo imagino riéndose de nosotros ante esta elección, pobres espectadores desarmados. Yo no quiero cargarme a nadie conmigo. Pero ya sobre el final, cuando Virgil ofrece su última subasta, previa al retiro y todavía bajo los influjos del amor, unos planos de una escena aparentemente del montón lo descubren sin guantes. Ahí la clave que encontré yo, de la pincelada que delata a Tornatore. Aunque pobre Giuseppe. Si realmente su idea era convocar a la caravana del desánimo, tal se desprende de sus declaraciones, que vaya suelto de ropa. Yo percibo más chances de que el resultado final del elija su propia aventura sea un canto a la vida, una invitación al carnaval. Y porque me tengo fe, voy apretando el pomo.

Un Mundo Feliz



Desde hace más de treinta años, Yayoi Kusama está recluida por decisión propia en una clínica psiquiátrica. Con más de ochenta a cuestas, continúa en actividad. Su obra, expuesta en el MALBA hasta mediados de septiembre, es la consecuencia de un tenaz intento por evitar el suicidio, según sus propias palabras. Tal vez, su autoexilio esté relacionado con la necesidad de huir del seno de esa sociedad devota a la satisfacción inmediata. Quizás sienta la obligación de evadir esa búsqueda implacable por apagar el cerebro ante lo negativo, cristalizada en el culto a una simbólica píldora de la felicidad. El antidepresivo perfecto. Probablemente solo busque escapar de esa contradicción que ha descubierto, análoga de la que se desprende de ciertas interpretaciones de la novela de Aldous Huxley: la mismísima definición de felicidad, que implícitamente sugiere una total eliminación de otros estados de ánimo, mutilaría su obra. Paradojal.


Para comprobar que la felicidad no es infinita para ella, se puede ir hasta el MALBA y recorrer una retrospectiva de su obra. Dada su edad y país natal, la muestra comienza con pinturas realizadas durante la posguerra japonesa. Siguiendo el recorrido, aparece la mudanza a Nueva York y junto con el desarraigo se evidencia un nítido cambio disruptivo. Se comienza a desprender de su obra un extraño y sugerente desorden del orden, encarnado en el predominio de esferas, las figuras simétricas por excelencia, que sin embargo no parecen insinuar un patrón de aparición. Ya en la última etapa del recorrido, estas esferas abstractas mutan hacia elementos concretos dentro de ambientes en cuyo interior no se puede evitar sentir una efervescencia psicodélica. El tono fluorescente contrastando con una iluminación tenue terminan por enajenar los sentidos. Atravesando esta atmósfera postrera uno se retira con una sensación de surrealismo en su obra. No convencido de ello, incómodo, y luchando contra mis extremadamente limitados conocimientos de arte, no pude evitar una interpretación lateral a la inducida. A pesar de este intento ¿deliberado? por que nos retiremos con esa sensación surreal, de alguna o otra manera la obra de Yayoi Kusama me resultó considerablemente existencialista. Y las sospechas se manifestaron casi desde el inicio de la muestra.


La primer impresión existencialista aparece con el despliegue de esas redes infinitas de esferas que son una característica ineludible de su obra y ameritan toda una sala de pinturas similares. Allí las esferas están dispuestas en general en forma de complejísimas redes profusamente interconectadas. El negro abarcando el fondo de la imagen, representando el vacío, el desconocimiento o la incertidumbre juega un papel de antítesis ante esa urdimbre de puntos y conexiones siempre centrada. Se desprende una premonición de abismo, de infinitud. Estas imágenes podrían relacionarse gráficamente con las redes neuronales, modelos que algunos científicos utilizan para el estudio y aprendizaje de comportamientos del cerebro y los sistemas nerviosos. Se trata de complejos sistemas de interconexión de neuronas que colaboran entre sí para producir estímulos de salida, hoy día muy utilizados en el área conocida como inteligencia artificial. Conociendo la patología psíquica de Yayoi, no parece alocado que, ya sea a nivel consciente o inconsciente, exista algún lazo entre su obra y una obsesión infinita por comprender los artilugios internos del cerebro. ¿Pero alcanza ésta, quizás forzada, interpretación de algunas obras para catalogar a la obra de existencialista?. Sospeché que no, y que algunos libros de reciente lectura podrían conferirle un aura de solemnidad a la idea, y así evitaría el ridículo. Ambos glosan sobre características psicológicas que atañen a la sociedad desde un punto de vista que amalgama lo periodístico, la experiencia personal de las autoras y una exhaustiva e inteligible investigación.  


De ambos, el que más influenció mi interpretación consiste en un compendio de crónicas sobre ataques de pánico, entre las cuales se mezcla la que narra los sufridos por la propia autora, Ana Prieto. Titulado Pánico Diez Minutos con la Muerte, además de las crónicas, aparecen capítulos respecto a los orígenes y los matices coyunturales que desembocan en el corpus actual de conocimiento respecto a estos trastornos. Además presenta de forma clara y precisa, mediante la estrategia de la entrevista con eminencias profesionales, los distintos paradigmas con los cuales se puede abordar la problemática. El espectro abarca desde terapias cuya perspectiva es completamente psicoanalítica hasta las que parten de concepciones cognitivas o sistémicas respecto de la síntomatología. La decisión de evitar la medicación al menos que estos síntomas excedan ciertos umbrales de sufrimiento o periodicidad, es un denominador común de los diversos enfoques. Inclusive en los casos que ameritan ayuda farmacológica, todos concuerdan en continuar el tratamiento psicológico como eje principal de recuperación. En síntesis, los profesionales, en el caso de los trastornos de ansiedad y angustia, no descansan en la pastilla de la felicidad como camino de recuperación, sino simplemente como una ayuda temporal dentro de un tratamiento prolongado de identificación y superación de las causas.


Un concepto que sobresale tanto en la muestra como en el libro es el de la muerte, la finitud de la vida, su carácter inexorablemente efímero. Un aforismo interesante al respecto dice que las personas que sufren ataques de ansiedad tienen un romance con la muerte, pero aman la vida. Dado que la muestra es sin dudas una expresión cruda de la mirada del mundo desde la singular perspectiva de Yayoi, se avizora un fuerte lazo entre su permeabilidad perceptiva y la desesperación por continuar viviendo. Este tesón se evidencia también en los trastornos de ansiedad. Aunque la artista reconoce sufrir alucinaciones visuales y auditivas desde joven, exhibe un grado considerable de racionalidad en su obra. Ésta conexión con la realidad se desprende de las elocuentes disrupciones que aparecen en sus creaciones al compás de sus peripecias cotidianas. Sus obras iniciáticas, pergeñadas desde el desgarrador Japón de posguerra contrastan con las redes infinitas y un cambio de color muy marcado a partir de su estadía en la Nueva York de los años 60. Yayoi reconoce un pavor a la muerte, así como también devoción hacia ella, que la acucian a diario y solo logra mitigar mediante su producción artística. Ese miedo es el mismo que de forma exacerbada e irracional se reconoce en los ataques de pánico. La relación entre estos miedos puede considerarse validada por el título de la muestra: Obsesión Infinita. La obsesión con la muerte aparece en ambos casos, y en ambos casos también se origina en una obsesión por la vida. El infinito realza más aun la fuerza de la obsesión, pero también puede evidenciar un intento de asirlo, de encontrarle un sentido a la incertidumbre que genera algo tan abstracto. Esta incertidumbre es una de las principales causas de angustia. La sensación de no tener control desemboca en el miedo, solamente una escala antes de llegar al pánico. La obsesión infinita, de algún modo, condensa la voz de la incertidumbre.


El segundo libro con el que intento eludir el escarmiento, es un texto de estructura similar al anterior titulado Quiet y escrito por Susan Cain. Trata esencialmente sobre el predominio de las personalidades extrovertidas en las sociedades modernas y el peligro que implica para gran parte de la población que se reconoce introvertida. Con la ayuda de la neurociencia, expone que hay probados elementos biológicos y diversas reacciones químicas ante los estímulos por parte de los distintos tipos de personalidad. La conclusión es que cada ser humano debe encontrar su hábitat apropiado para realizarse y desarrollarse. En ambos libros se destaca la preeminencia de una región del cerebro llamada amígdala la cual emite ingentes estímulos sobre el sistema nervioso que luego determinan una cantidad nada desdeñable de causas y efectos en el cuerpo humano. Se demuestra que los introvertidos tienen un umbral inferior de comodidad frente a los estímulos que reciben del exterior lo cual se ve reflejado en la actividad de la amígdala. Es la responsable de activarse y emitir los alertas ante al peligro y en los trastornos de pánico y angustia lo hace de forma irracional, o el cerebro así lo decodifica. Y entonces se convierte en una simple cuestión hermenéutica, interpretación errónea, ataque. Se deduce una relación importante entre el pánico, la introversión y la sensibilidad o la porosidad frente a los estímulos externos. Una rama importante de los medicamentos recetados en los trastornos de ansiedad actúan directa o indirectamente sobre la mitigación de la estimulación y los mensajes que emite la amígdala. No es el objetivo de este artículo emitir un juicio de valor sobre los medicamentos, sino simplemente sospechar sobre qué repercusiones pueden tener sobre el mundo del arte. Lo ideal sería poder mantener altos niveles de sensibilidad y estimulación, pero lograr discernir con precisión cuáles estímulos representan realmente un peligro. Éste parece ser el sendero que recorren las terapias más reconocidos de cada una de las posturas que abordan los trastornos. Yo, simplemente sospecho que la hipersensibilidad puede ser un factor sustancial en la realización de una obra artística.


Ana prieto dice en su libro que la empatía es la fuerza extraordinaria que lucha contra el sinsentido. Joseph Conrad, que aferrarse a la vida determina la imposibilidad de eliminar el miedo. El miedo, como tantas otros sensaciones y sentimientos es necesario y puede ser muy provechoso en diversas situaciones. No hay que eliminarlo ni esconderlo, simplemente reconocerlo y racionalizarlo. El miedo surge del peligro, que puede tener origen en la incertidumbre. La fallecida escritora y poeta polaca, premio nóbel de literatura, Wislawa Szymborska decía que solo las preguntas ingenuas son verdaderamente profundas. De la obra de Kusama se desprende que ella se hacía esas preguntas cándidas desde niña, pero aunque nos ilumine y emocione con sus concepciones e interpretaciones en su búsqueda de sentido, al salir a la calle uno se queda con una sensación de vacío. Creo que no encontró la respuesta. Pero deja latente el pánico de que algún día se imponga como regla la pastilla de la felicidad.

Piratas del espacio

 Apostaría alguna que otra monedita por que a más de uno le seduciría encarnar en algún momento al despreocupado e histriónico capitán del Perla Negra. Éste célebre navío, capitaneado por la magnificencia de Jack Sparrow y atiborrado de borrachos piratas genera un sinfín de fuegos artificiales en mi cabeza. Algo similar experimenté al desayunarme con que mi humilde país, estaba presto a lanzar su primer nanosatélite al espacio. Por una elocuente decisión de sus desarrolladores, que amalgama chauvinismo; devoción y reivindicación, al imperceptible objeto que centrifuga el cielo se lo conoce como El Capitán Beto. Pero el enajenante coctel de sorpresa, algarabía y esperanza derivó, como no podía ser de otra manera, en un incómodo interrogante. ¿Qué tendrán que ver ese antiguo y colosal bicho de mar (el Perla Negra) con un satélite en el espacio?.

 El espacio es y ha sido por los siglos de los siglos, una fuente inagotable de elucubraciones fantasiosas. Debo reconocer que también de algunas más terrenales aunque el reality show en Marte se esfuerce por eclipsarlas. A veces el simple paso del tiempo es lo que las vuelve lo suficientemente pedestres. En ciertas obras literarias del siglo XIX aparecía ya la concepción del satélite artificial, un elemento concebido por el hombre orbitando algún cuerpo celeste. Pero no es hasta la época de la guerra fría y la competencia voraz del hombre por acceder a la luna que esta nave espacial toma forma y color. Refutando el irrefutable refrán popular que incita a pegar primero para golpear nuevamente, el primer satélite artificial depositado en el espacio, el Sputnik, fue propiedad del comunismo. Cincuenta años después, bajo el imperio del mundo unipolar, los satélites existen por diversos motivos. El espectro de beneficios que dispensan abarca desde los infaltables usufructos militares en pos de acceder a información confidencial (posiciones enemigas, comunicaciones secretas) hasta el de especular con los mapas interactivos de Google con el simple objetivo de inferir si las piletas de los barrios privados están o estarán al alcance de los sabuesos de la AFIP. También son adecuados para el uso ubícuo de los sistemas de posicionamiento satelital en cualquier tipo de medio de transporte, para comunicaciones de larga distancia o para precisar las frecuentemente fallidas previsiones meteorológicas. Uso más novel y todavía en etapas de investigación o incipiente desarrollo es por ejemplo el de los biosatélites que trasuntan organismos vivos entre cielo y tierra. ¿Y que tendrán que ver entonces los piratas con los satélites, la guerra fría y la cortina de hierro? mascullará el lector. No es ese el interrogante que se ha planteado, por lo que propongo que orcemos, apuntemos el timón a babor y retomemos el derrotero hacia el oeste.      

 Refutando el casi pueril imaginario colectivo respecto a los satélites, el cual convergería en suponer que éstos emulan a las fastuosas y futuristas naves que comandaba el legendario Luke Skywalker en la saga Star Wars, la realidad, infalible ella, indica que el flamante nanosatélite de origen argentino (cuya denominación formal es CubeBug1) se reconoce excesivamente tosco a la vista. Esto se sustenta, en primer lugar, en que la principal batalla de los desarrolladores fue la de la factibilidad en desmedro de la estética. ¿Cuál es el mayor impedimento para orbitar un celular y sacar algunas fotitos con un gadget desde el espacio?. En resumidas cuentas los principales obstáculos que existen son tres. La radiación es muy nociva para los equipos electrónicos generando la nada desdeñable posibilidad de que se susciten eventuales comportamientos impredecibles. Las temperaturas extremas también representan una amenaza para su correcto funcionamiento y sobrevida. Por último, el costo de cruzar la puerta de salida de la tierra es por peso. Por ende, cuanto menor lastre más posibilidades de conquistar el espacio mediante un batallón pletórico de capitanes. Los desarrolladores se embarcaron hacia una plataforma concebida desde sus orígenes apuntando a superar los tres obstáculos mencionadas y como filosofía de trabajo decidieron impulsar la mayor cantidad posible de funcionamiento hacia el lado del software, el programa que regula el funcionamiento del nanosatélite. La ventaja de este enfoque está en que el satélite puede ser modificado de forma remota mientras que viajar al espacio a remendar un componente es casi imposible tanto técnica como económicamente .    

 Democratizar el acceso y hackear el espacio son los objetivos de Satellogic, la organización madre del Capitán. El concepto de hackear, situado en este contexto, se refiere a utilizar herramientas tecnológicas con una visión que trascienda a la funcionalidad primordial para las cuales fueron ideadas. Éste habría sido el salto que propició y propulsó la revolución tecnológica. Extrapolando la idea al contexto aerospacial, implica que el costo de un nanosatélite como el Capitán Beto no exceda los 500U$d, ya que fue creado con procesadores de teléfonos celulares y componentes tan vulgares como transmisores de radio, placas de red inalámbricas estándar y elementos que se adquieren en cualquier ferretería de arrabal porteño. Puesto en términos filosóficos, la revolución estaría en encontrar para los componentes tecnológicos, el efecto que los migre de su particular inmanencia a la trascendencia.    

Y cuándo llegan los piratas pa?. La piratería ha desarrollado una intensa metamorfosis al ser adaptada a la era tecnológica de fines del siglo XX - albores del XXI. Otrora reflejado en las gestas épicas y los cañones resonando por el vasto océano, en la era digital el prototipo del pirata lo simboliza el nerd desaliñado y ermitaño con su pequeña computadora portátil como única arma siempre presta para sus fechorías. También lo encarnamos los meros cibernautas cuando descargamos los productos culturales que pululan por la nube sin la contraprestación económica que reclaman los autores y/o distribuidores. Sin embargo, la tradición e identidad pirata conllevan también una ideología revolucionaria e intrigante. Sus códigos de camaradería tienden a pregonar la solidaridad, el respeto y la igualdad entre tripulantes. Los genuínos piratas se caracterizaron por propiciar las organizaciones democráticas puertas para adentro, donde prevalecían los pergaminos por sobre la alcurnia. Su sagacidad se cristaliza en la verdadera esencia del parche ocular, bastardeada en la actualidad. Este atuendo no fue ideado para representar al polígamo ni para animar los casamientos, sino que existe por la necesidad que tenían los capitanes de transitar raudamente, en pleno combate, de ambientes completamente iluminados por luz natural (la cubierta por ejemplo) hacia bodegones sumidos en la oscuridad desde donde se ejecutaban las maniobras de cañón. Mantener el iris entrenado y soslayar el tiempo de adaptación podía dividir las aguas entre un etílico festejo de victoria y un irreversible naufragio. 

De algún u otro modo, estos son los ideales y valores que flamean en las oficinas de Satellogic en Bariloche donde la bandera pirata está literalmente izada. La lucidez y capacidad de los miembros del equipo son, sin ningún lugar a dudas, ostensibles. No menos importante es la fraternidad entre los “tripulantes”. Pero su principal capital se origina en su inusitada subversión. Quebrar los límites de la tecnología, superar las barreras de lo imposible, amenazar el status quo. Derribarlo. Como los más destacados piratas, ellos no se fían de su inherente capacidad y utilizan su propio parche, ¿por qué no?, para mantener su iris entrenado. La metáfora es elocuente. Observar la tierra y el espacio, en simultáneo y sin distorsiones. Ser capaces de amalgamar la sabiduría del científico con la experiencia del empresario. El estado y el capital. Una sola premisa es innegociable. Se debe modificar el orden preestablecido. Robarle algo a la realidad coyuntural.  

Democratizar el espacio puede ser interpretado entonces como el acceso de cualquier hijo de vecino, a la tecnología aerospacial. Esto sería posible si la plataforma lograra la profusión planificada y al Capitán lo secundaran muchos otros himnos del entrañable rock nacional. Nada desdeñable, habría que desarrollar también un esquema de acceso simple a los eventuales y potenciales beneficios. Las primeras elucubraciones apuntan a que estos satélites lleven consigo cámaras de alta definición mediante las cuales se podrían obtener imágenes de distintos puntos de la tierra y predecir desde cambios geológicos hasta niveles de fertilidad de zonas de cosecha. La usina de ideas está abierta y en pleno funcionamiento. Pero los piratas siempre se caracterizaron por tener enemigos y ésta no sería la excepción. De a poco comienzan a aflorar las tensiones geopolíticas y las repercusiones en la comunidad internacional todavía están por verse. Mediante el bloqueo, tanto de componentes como de información esencial e indispensable, sumado a la conminación a retacear todo tipo de ayuda a otros países, los poderosos imperios intentar mantener el status quo respecto a la vanguardia tecnológica y la propiedad de los cielos. Nobleza obliga, la revolución parece haber comenzado, y viveza criolla, Argentina intenta una épica largada.   


 “Tierra a la vista!” se escucha y aunque no parece haber animosidad en el puerto, se arrebata con premura el último interrogante.¿Es Satellogic el perla negra del Siglo XXI?. Jack Sparrow logra salirse casi siempre con la suya. Argentina, mediante sus creativos emprendedores y el apoyo de organismos estatales, se ha decidido a participar de la revolución espacial con el objetivo de apropiarse de ella y revolucionar el mercado de los cielos. Carl Sagan describe la nimiedad del ser humano a partir de una hermosa imagen conocida como el punto pálido azul, donde podemos reconocer el planeta que habitamos como un simple píxel indescifrable desde una distancia exorbitante. ¿Podría éste ser un certero golpe al narcisismo de la especie?. Lo seguro es que no estará Freud para constatarlo. Lo probable es que el acceso al espacio nos haga reflexionar, ¿y por qué no?, es plausible que también modifique nuestras vidas. Dentro de esa posible transformación, se encumbra la parábola del parche pirata, la ventaja de mirar dos mundos a la vez. Hoy esa realidad la simboliza el Flaco Spinetta, gracias a un grupo de piratas argentinos. Y, pese a practicar lo que en tierra se denominaría robo y secuestro, los piratas han sido en numerosas ocasiones considerados héroes nacionales en sus países. Salud!

Calma


Supongamos por un instante una situación bizarra. Más bien rara digamos para no alterar a los paladines del lenguaje. Cierta tarde nos adentramos en una sala de estar donde observamos una heladera, desenchufada por supuesto, utilizada como estantería. Dada su esencia funcional, además de una extravagancia, la utilización de una nevera como objeto de decoración o almacenamiento cálido es un desperdicio. Susan Cain, desde su libro quiet the power of introverts, nos interpela y a la vez nos importuna dejando el tufillo en el ambiente de que un considerable porcentaje de la población mundial adolece del flagelo de ver su esencia trastocada. Más audaz aún, expresa casi literalmente que este absurdo es el problema social más acuciante de la actualidad. Graves enfermedades, catástrofes naturales, guerras infames, armas de destrucción masiva…Qué nuevo apocalipsis describirá la "Lilita" americana, rumiará el lector avezado. Veamos si podemos convencerlo…      
       
Desmenuzando los datos duros sin caer en la sobreabundancia de tecnicismos, el libro refleja que entre un tercio y la mitad de la población de los Estados Unidos podría encasillarse como poseedora de una personalidad con rasgos eminentemente introvertidos. Estos guarismos extrapolados a nivel mundial serían mayores dada la prominencia de la extroversión en la sociedad norteamericana. Quien gozó alguna vez de la fortuna de deambular por alguna célebre y foránea plaza turista, superpoblada de "gringos" por supuesto, probablemente lo haya comprobado en carne propia. Estados Unidos es el epicentro de (entre otras cosas) lo que Cain nos informa que se denomina el ideal extrovertido. Este arquetipo de personalidad determina los comportamientos de la sociedad mediante la definición cuasi moral de cómo debemos proceder tanto en los ambientes educativos, laborales como sociales. La receta exhorta a mostrarse sociable, expresarse con prodigalidad tanto a nivel contenido como gestual, tomar decisiones rápidas y riesgosas, propiciar siempre el trabajo en equipo, y participar en los debates con un comportamiento y discurso asertivos. Y como no podía resultar de otra manera, una vez maduro el producto, la rapacidad de la periferia debe consumir lo que el centro exporta. 

La existencia de este modelo de personalidad preformateado y adoptado (inconscientemente) por la sociedad genera la necesidad de seguir al profeta o correr el riesgo de la excomunión. La realidad indica que la capacidad de elección se encuentra bastante acotada y de existir se suele circunscribir a etapas avanzadas. Desde niños somos inexorablemente impelidos hacia una matriz de fabricación de correctos ciudadanos inclinada completamente hacia la extroversión velando los rasgos introvertidos. Mientras algunos parecen ser fruto directo de este molde, otros deben acurrucarse más que en el subte en la hora pico para lograr amoldarse. El grave problema con este modelo de fabricación cuasi industrial de personalidades está determinado por que una considerable ración de los rasgos ya vienen prefabricados y codificados en el ADN. Otros son forjados por ciertas vicisitudes indelebles en el transcurrir de la vida. La pregunta que surge a partir de todo esto es fundacional y también evolucionista. ¿Por qué "la fábrica" deja afuera los rasgos característicos de la introversión si no es posible demostrar que años de evolución hayan eliminado (o siquiera disminuido la proporción de) estas cualidades en las especies?.

Cuáles son las características prominentes de la inmoralizada introversión es un interrogante complejo. Luego de años del natalicio del término los psicoanalistas no convergen en una definición única. La excesiva publicidad del ideal extrovertido generó por ósmosis que la introversión tenga para gran parte de la sociedad un sentido estrictamente peyorativo. Raudamente la timidez tomo la posta de la ignominiosa introversión. Más fácil de describir, la timidez representa un miedo excesivo al juicio de la sociedad. La dificultad para manejar estos niveles de temor derivan muchas veces en pánico mediante el cual el individuo percibe irracionalmente una muralla infranqueable en situaciones ordinarias y necesarias de afrontar en sociedad. Por esto resulta extraño que alguien se sienta a gusto con su timidez. No sucede lo mismo con la introversión. Los últimos avances tecnológicos en el área de la neurociencia tienden a refrendar que la introversión está mucho más influenciada por los diversos rangos de tolerancia ante los estímulos externos que por la timidez. Aunque exista algún tipo de evidencia que indica que las personas tímidas se suelen encontrar dentro de las que están catalogadas como introvertidas no hay un lazo estricto (de ida y vuelta) entre la introversión y la timidez. 

Carl Jung, el eminente psicólogo que acuño por primera vez el término, consignó que no existen extrovertidos ni introvertidos puros. Una manera de pensar los niveles de introversión y extroversión sería haciendo una analogía con los números reales. Entre el cero y el uno existen infinitos números. Para un lado siempre se encontrará algún valor más chico y para el otro siempre uno más grande. Entre los extremos de la introversión-extroversión existen infinitas personas con distintos grados de respuesta a los diverso niveles de estimulación que reciben. Mientras los introvertidos necesitan recargar baterías luego de un exceso de estimulación los extrovertidos se energizan con una mayor exposición. Cain expone en su libro que uno de los factores más importantes que determina nuestra vida es dónde nos situamos en la recta infinita de la personalidad. Este punto abstracto nos define y tendrá una incidencia decisiva en casi cualquier circunstancia que enfrentemos. Sin embargo, la necesidad de ser aceptado por una sociedad que acusa e intenta extinguir la mitad de la recta deviene en una ficción constante donde casi la mitad de la población debe actuar y aparentar consigo misma mientras la otra mitad del elenco ni siquiera sabe de la obra en la que participa. En esta pantomima se sustenta la esencia de la tesis de Cain.

Pero el libro no se conforma con solo plantear una hipótesis y demostrarla o al menos sustentarla profusamente. Sin ser una científica "profesional" y logrando que su libro no se empantane en tecnicismos profundos y monótonos, luego de plantear el problema Cain nos adentra mediante cohesivos capítulos hacia diversas temáticas que exploran no solo el porqué desde el punto de vista psicológico sino también sus causas tanto en el sentido antropológico como económico-social. Exhibe que desde los textos bíblicos se pueden interpretar extractos respecto a los diferentes rasgos de personalidad y hasta en el mundo animal se encuentran rectas infinitas de personalidad. Lo que podría llevar a pensar que este es un tópico trillado. Error. El abordaje de lesa humanidad que nos propone el libro lo vuelve apasionante y actual. Reconocidas y determinantes personalidades de la historia mundial son desnudadas en cuanto a su introversión por Cain que demuestra que cuando recurrimos a factores tan importantes como son la creatividad y el liderazgo son necesarios los introvertidos en su hábitat natural. Los ejemplos son abundantes y elocuentes. La pregunta: ¿Qué sería del mundo si por ejemplo no hubiéramos permitido a Einstein pensar en soledad situado en su óptimo ambiente de estimulación?. El libro nos intenta despertar con la casi denuncia de ghetto e intento de exterminio que revela. 

Aunque se reconoce introvertida, en ningún momento de la lectura queda la sensación de que Cain esté haciendo proselitismo por su cohorte. Así y todo, en la arista empírica el libro nos desayuna con que en general los niños introvertidos producen mejores calificaciones a nivel escolar. Por otra parte, los líderes introvertidos proveen mejores resultados a las compañías permitiendo un más libre desempeño de los distintos miembros del grupo de trabajo al escuchar sus propuestas y permitir su desarrollo. Sin embargo la evolución de la educación manifiesta que a nivel escolar poco se incita y promueve la reflexión individual. Es hasta incómoda la epifanía arquitectónica que nos invoca a analizar nuestro día a día desde el punto de vista de la distribución de nuestros lugares de trabajo. Tanto las modernas oficinas como las flamantes escuelas prorizan los ambientes de trabajo en grupo por sobre los espacios cerrados y tranquilos para el desarrollo individual. En un llamado a la acción que exterioriza en su brillante charla en las conferencias TED, en uno de los tres puntos con los que exhorta a la audiencia, Cain proclama que se termine con la locura del trabajo en grupo. Los comportamientos de los grupos suelen seguir con vendas en los ojos al elemento más dominante lo cual rara vez resulta correlativo con las mejores ideas. 

Desde el plano económico, que nunca puede faltar, al parecer el ideal extrovertido comienza a desarrollarse a partir de la transformación productiva que migra durante los siglos XIX-XX de la agricultura hacía la manufactura y los grandes negocios. Esto redunda en una ingente migración de población acostumbrada a los ambientes tranquilos característicos de los lugares bucólicos para convertirse en ciudadanos de las grandes metrópolis. Los trabajos comienzan a involucrar cada vez más interacciones y florecen y se destacan quienen rápidamente logran hacerse con la confianza de las flamantes amistades u ocasionales clientes. Esto es un inexpugnable acicate para crear la cultura de la personalidad por sobre la cultura de las ideas. El poder de convencimiento y la capacidad de sobresalir en las pruebas de interacción que sobrevienen diariamente representan lo que la sal, el oro, o el dólar en otras épocas. Es el deseo universal y así comienza a forjarse el ideal extrovertido. La personalidad como moneda de intercambio para lograr mejores condiciones de la real moneda de intercambio. Intrincado, casi paradójico.

Pero como los números romanos del párrafo anterior lo indican, esto no fue siempre así. Zaratustra, así como tantos otros profetas no ficcionales, decidió la soledad del ermitaño para empaparse de sabiduría y revelar las verdades a las iletradas masas. Los años que Cain se tomo para realizar su profunda investigación y bajar del pináculo con las tablas de la ley podrían representar lo mismo. En el segundo punto de su desesperado grito de acción Cain exige o propone ser como Buda. Reflexionar más a menudo, situarse en el correcto punto de la recta y no en el que nos exige la sociedad, y salir de estos efímeros nirvanas con las revelaciones necesarias.  Su ultimo llamado a la acción está muy relacionado con el anterior y propone justamente ser más conscientes de nuestras revelaciones y tratar de utilizarlas o llevarlas a cabo, aunque sea de vez en cuando, de manera ocasional. En algún punto grita a viva voz que intentemos desenmarañar la realidad y vivir lo máximo posible de acuerdo a los rasgos que portamos. Encontrar nuestro punto en la recta más allá de donde nos haya depositado la fábrica al producirnos.  

Sin dudas el libro de Susan Cain merece la lectura. Es un libro con claros tintes científicos pero también con revelaciones, hipótesis y tesis abrumadoras. Algunas rozan lo espeluznante, pero lejos de Carrió, siempre con considerable sustento y profundas argumentaciones. Para algunos puede resultar un libro de pseudo-autoayuda (pero de calidad), a otros les mejorará relaciones o les permitirá entender y aceptar ciertos comportamiento de camaradas. Finalmente quien no le encuentre una veta personal podrá encontrar una argumentación magistral sobre el problema más urgente de la actualidad. Doy por seguro que pocos dejarán el libro sin terminar. También que les incomodará y les generará varias preguntas junto con algunas revelaciones. A mí, particularmente, me quedo una para compartir con el lector que llegó al final del artículo. ¿Habrá más de la mitad de extrovertidos en los organismos políticos? 

Macroeconovida


Aunque pueda existir algún interludio particular, la curva de crecimiento de la población mundial exhibe una progresión constante. Al menos si se la analiza desde un punto de vista estrictamente nominal. Aunque respecto a la economía resulte más difuso, año tras año los pronósticos revelan grandilocuentes valores de intercambio y producción globales que suelen sobrepasar las estadísticas previas. A partir de esta aparente correlatividad entre la sociedad y la economía se dispara la curiosidad y el desafío de generalizar sus lazos. ¿Caminan siempre de la mano o será una simple y astuta ilusión óptica?.

Bajo el apremio de esta provocación retórica se torna imperativo acallar el zumbido de la incertidumbre. La ansiedad e inmediatez generan la necesidad de un primer acercamiento informal en pos de dilucidar la incógnita. De todas maneras se intentará un abordaje con la mayor rigurosidad posible. Y para encontrar una respuesta resultará provechoso el juicio de un observador imparcial y singular. ¿Quién mejor para esta empresa que Bénjamin Button, alguien que contradice una de las premisas irrefutables de la vida?. Button nace viejo, muere bebé. Y aunque el tiempo es objeto de abundantes y acaloradas disquisiciones, lo cierto es que irreverentes y díscolas, las agujas del reloj de Button se deslizan en sentido contrario al establecido. Pero más allá de su progresiva atracción física, encarnada convenientemente en su versión fílmica por Brad Pitt, lo relevante de este personaje de ficción es su potestad de cruzarse de frente con la sociedad. En su recorrido por este aislado sendero, ¿percibirá crecimiento?¿En cuál dirección?.

Años de historia universal y diversos grado de convivencia entre los humanos evidencian que Button es un caso excepcional. Rehuyendo a las singularidades, las sociedades progresan regidas por modelos generales y abarcativos. Vanidosos e ingenuos intentando expresar unicidad, la realidad indica que a los humanos son más los rasgos que nos emparentan en detrimento de aquellos que nos escinden. Ejemplo elocuente de ello es que la especie humana diferiría de la del mono en no más del 2% de su ADN. El escollo que se presenta para ayudar a desentrañar la cuestión, surge entonces de la mezquindad de un narrador, ya que Fitzgerald es reticente a transmitir cómo se desenvuelve el sobrenatural Button en los avatares que se le presentan como sujeto social y político circunscribiendo sus plumas a objetivos novelescos.

Dado que los caminos que desembocan en el mismo destino podrían ser varios y que la situación incita a desentrañar el problema mediante la inferencia habría que tantear varios senderos. Por ejemplo otros tipos de relación que redunden en algún vislumbre de respuesta a la incógnita inicial. Ahondando el sendero de lo coloquial por ejemplo, es trillado y hasta agobiante el típico recurso de que ante el error de un retoño se adjudique el mismo a una mera combinación genética. Abrevando en categorías neologísticas se lo podría denominar el “error genetista”. "De tal palo tal astilla", claro que en sentido peyorativo, ejemplifica este recurso. “Es un fiel reflejo del padre” se aviene mejor con la elucubración siguiente. Evitando las repercusiones filosóficas al adjudicar o reducir los hechos a situaciones predestinadas, resulta interesante analizar la posible existencia de alguna relación de dependencia. ¿La economía refleja a la sociedad? ¿O representan dos espejos enfrentados?. ¿Qué opinará Button, en el transcurso de su antagónico sendero, respecto a este crucial dilema?.

Sesgando el recorrido y entreviendo solo una de las sendas, la economía representa un modelo de organización universal que determina (en exceso) el desarrollo de la sociedad. La definición más provechosa para esta búsqueda de resultados indica que es un modelo de organización para el intercambio de bienes y servicios. Bajado a terreno profano es ostensible que su aplicación determina y condiciona ingentes vicisitudes de los diversos actores sociales. Un patrón recurrente que se observa en los anales de esta disciplina son las insoslayables, célebres y funestas Crisis Económicas. Se presentan como súbitos temporales de infinitas y esquivas causas. Lo certero es que exceden ampliamente el conocimiento y capacidad de análisis de los iletrados en la materia. Sin embargo, resulta enigmático que los designios tormentosos azotan y desolan arrabales mientras los remilgados centros económicos replicados en toda gran metrópoli campean ilesos por el derrotero. Intentando descifrar la esencia del personaje de Fitzgerald, ¿Cómo enfrentará Button las diversas crisis que seguro sucederán en su camino hacía la juventud en lugar de hacia la vejez?

Para evitar ahondar en las hipotéticas percepciones de Button es menester adentrarse en el fluir del día a día. En el ágora donde se desarrolla periódicamente la contienda entre la pobreza y la abundancia. Al ocaso de cada jornada da la impresión que siempre levita el puño del mismo pugilista. Ésta repetición convierte la trifulca en monótona, pero a la vez adictiva y de aparente placidez para algunos. Desafortunadamente para un considerable puñado de ellos, el hedonismo nunca queda exento de devotos sacrificios y los mandamientos económicos deben ser respetados a rajatabla. Más aún, son auditados por la lupa de eminentes galenos, pastores del dogma que auscultan con diligencia y recelo recetando elixires y azuzando la abnegación de los demás. De lo cual se desprende el siguiente reparo, ¿Cuál será el nivel de devoción de Button por las religiones o la medicina y cómo lo arrobarán o acunaran éstas a él, un ser tan especial?.  

Continuando por el extenso camino de la economía aparece el flamante meollo de los recursos naturales no renovables. La sociedad depreda con inconsciencia la riqueza que le obsequia el suelo por el cual se desliza a diario. Es indudable que hasta soslayando discurrir sobre el tema de la sustentabilidad, se avizora una profunda y clara iniquidad respecto a los beneficiarios de las mutilaciones a la tierra. Un argumento para incitar esta expoliación describe al hombre por definición como consumista de recursos ya que por naturaleza horada gradual pero constantemente sus órganos vitales con el discurrir de su existencia. El solo paso del tiempo deteriora o modifica per se el funcionamiento de las vísceras más vitales. Lo que redundaría en la conclusión de que cada entidad, a su manera, agota indiscriminadamente sus recursos naturales. Sin embargo, el astuto Button, se revigoriza al compás de su palpitar. ¿Cómo se adaptará entonces Button a un mundo donde los recursos son cada vez más caros mientras su combustible se regenera?.

Marx y Engels hace ya muchos años obsequiaron el sustento teórico para el tortuoso y escarpado viaje hacia el socialismo. Entre sus abundantes exégesis no son pocas las que interpretan las crisis como necesarios pasos para el despertar de la clase obrera subyugada. Las pequeñas chispas que desembocarán en la hoguera del capitalismo burgués. Por otro lado el sustrato teórico en el que descansaron la mayoría de los economistas clásicos lo proveyó Adam Smith en su Riqueza de las Naciones propugnando las virtudes del libre mercado y la división del trabajo. Button desarrolla gran parte de su vida en New Orleans mientras que el esquivo amor de su vida brilla durante años bailando en el célebre Bolshoi de Moscú. Nacen en la misma época, el equilibrio matemático de ambos se encuentra en la mitad de sus vidas momento en que el júbilo atiborra la pantalla. ¿Será éste un indicio de que Button abraza el equilibrio?  

Retomando el cauce de las correlaciones, otro factor determinante y rector para el comportamiento y devenir de las sociedades es la muerte, el triste final. Inexpugnable, el deceso nos sitúa de manera constante frente al pavor y la reflexión. Las crisis, eje central en la relación economía/sociedad, redundan en miedo también, lo infunden con sutiles escrúpulos y taimado recelo. Hasta pareciera a veces como si fuera su mismísimo objetivo y razón de ser. El miedo es propagado y se convierte en pánico abusando de una sociedad permeable para con la tragedia. El conservar deviene entonces raudamente en la meca ante la amenaza de descender en la pirámide de la apariencia. ¿Cómo se catalogará Button ante estas contingencias en las distintas etapas de su "inmaduración", como conversador o como incitador de la desobediencia?. 

En relación directa con el miedo se presenta como una epifanía la controvertida y vetusta cuestión de la edad. Es un elocuente factor empírico que los jóvenes exudan intrepidez y temeridad expresándose ante el mundo en su etapa de mayor rebeldía mientras que frente al crepúsculo de la vida comienza a destellar la moderación. Está comprobado, por cierto, que la esperanza de vida de la humanidad aumenta progresivamente y por ende la población mundial tiende a envejecer si se toma en cuenta el promedio de edad. Dando por válidas las premisas expuestas, la balanza de la temeridad frente al conservadurismo se inclinará indefinidamente ante este último provocando así una inmovilidad guiada por la aprensión y la contención de las minorías juveniles. La última pregunta que se revela entonces inquiere: ¿Cómo hacer para que en este modelo de humanidad, sean cada vez más los Button y que no sientan tanta soledad?.

Promediando la película Buttton conoce a su padre quien lo había abandonado al nacer. Como aprecia ya de niño viejo, uno de los estigmas de su particular prodigio es que está predestinado a contemplar el fallecer de sus seres queridos y amigos de sus etapas iniciales. Aunque lejos de ser su mayor aflicción, su millonario progenitor muere convirtiéndolo en acreedor de una exitosa fábrica de botones. Ésta ha crecido exponencialmente a partir de la guerra de la cual Button fue partícipe. Sin embargo él no parece tomar el camino del caudillismo empresarial. Se desprende de su herencia, no sin disfrutar del dinero fácil. Al desarrollarse su adultez, decide experimentar su curiosidad viajando por India manifestando algún atisbo de desprendimiento material validando mediante su aventura alguna hipótesis previa. Sin embargo lo sustancial se deja entrever en su ocaso. Button envejece de manera ordinaria, desarrollando demencia senil y desconociendo a sus compañeros de vida. Quizás, en esa metáfora, se esconda algún indicio de respuesta.

La mirada


 Las estimaciones de la ONU calculaban que aproximadamente el 30 de octubre de 2011, el planeta alcanzaría la cifra de 7000 millones de habitantes. La afirmación previa fue extraída literalmente de la Wikipedia, ese cerebro virtual, mundial y ubicuo. Es Irrefutable?. Al momento de comenzar la composición de este texto ya se encuentra promediando el año 2012. Cuántos seres humanos habitaremos el planeta Tierra en este preciso instante?. Debo admitir que suelo ser bastante escéptico, lo que desemboca asiduamente en interpelaciones incómodas, en su gran mayoría futiles. En particular, respecto a estos grandilocuentes guarismos de la ONU me pregunto si serán ciertos. Alguien observó alguna vez tanta gente junta? Yo, aunque lo intente con tenacidad no puedo ni imaginarlo. De todos modos me es imperioso ser franco y admitir que en este caso yo creo que el dato es auténtico. Y que a partir de mi obstinada credulidad, hace unos días comencé a meditar algunas ingenuas implicancias alrededor de este postulado.

 Se me ocurrieron excesivas ideas al respecto con diverso grado de sensatez y cordura. Eventualmente puede llegar a resultar provechoso referirme sobre ellas. Pero no hay que apresurarse, como paso previo me es insoslayable atesorar un certificado de cordura. Algo que actúe como mi protección en el hipotético caso en que intenten depositarme en un nosocomio psiquiátrico. Y ojo, no vaya a ser que alguien crea que afincarme allí es lo que me preocupa, no, seguro incorporaría grandes y valerosos amigos para el porvenir. Lo que me inquieta es la posibilidad de ser enviado allí por la caprichosa orden de algún cuerdo juez de la nación, sí, eso es lo que me quita el sueño. Me sofocan las obligaciones autoritarias. Pero mientras me pongo en campaña para conseguir ese certificado, voy a consignar por escrito la única de las ideas que considero no es plausible de redundar en un intento vertiginoso por mi confinamiento.

 Comencé mi gran descubrimiento sacando una simple conclusión a partir de los postulados mentados al inicio. Si conviven aproximadamente siete mil millones de habitantes, deberían existir, al menos, aproximadamente catorce mil millones de ojos con la particularidad de estar conectados a cerebros activos y por lo tanto con la capacidad de percibir imágenes. La grandilocuente aclaración respecto a la conexión intenta dejar claro que no se están computando los ojos bajo tierra. Entonces, en concreto, catorce mil millones! Otro número fastuoso. El doble que el primero. Al rato de haber concebido ese razonamiento inicial, me encontré dudando sobre el dinero. Habrá esa abundante cantidad de dólares (por ejemplo) realmente impresos en billetes o el dinero se representa ya con simples cifras mágicas en las memorias y pantallas de las computadoras? Mmm, esa trampa del dinero fiduciario. Me estaba apartando de lo sustancial, así que decidí continuar cavilando. Ensimismado y casi que jugando a sentirme un gran pensador, me encontraba elucubrando diversas teorías y conjeturas cuando repentinamente sucedió. Una porfiada y brillante idea se encapricho en situarse sobre mí y emular el efecto de knock-out de los mejores puños de box, para expulsarme de ese estado de hipnosis en que me encontraba. Era más que una simple idea, tenía la fisionomía de una majestuosa teoría. La reina que había estado persiguiendo con fiel perseverancia toda mi vida. La musa que me apartaría de mi ostensible anonimato para adentrarme con vehemencia por fin dentro del cohorte de los grandes ilustrados y eruditos que han transitado y enriquecido este planeta.

 La tesis era bastante simple. Debido al avance de las tecnologías, las libertades personales están siendo continuamente interpeladas y vigiladas. La capacidad de realizar diversas acciones privadas con la certeza de que no serán de público conocimiento es cada vez más utópica. Resulta inverosímil descansar en el derecho a la privacidad cuando se ejerce cualquier tipo de acción. Siempre hay una pupila acechando por allí. O catorce mil millones de retinas. Eso implica una gran capacidad de visión. Cuántos metros o kilómetros cuadrados habitables tiene el planeta tierra? Cuál es la superficie de visión exacta que ostenta cada ojo? Reconozco que no intenté detenerme ni un momento en estos cálculos de poco valor sino que proseguí en mi razonamiento con el objetivo de pegar el salto de abstracción que suele ser necesario para arribar a las célebres evoluciones del conocimiento. Y como dicen que suele ocurrir con las intrépidas y solemnes grandes ideas, me sentí como atraído por ella, seducido. La sentí correr a mí encuentro en lugar de adoptar el rol del tesoro a ser descubierto. Con sagacidad me permitió llegar a su fulgurante contenido. Ahora que puedo, lo cuento. Decía así: "De continuar el actual modelo de crecimiento de la población, más tarde o más temprano, la cantidad de ojos en el mundo será tal que resultará imposible ser capaz de realizar cualquier acción sin estar siendo observado por alguno de estos omnipresentes, redondos y lívidos espías". 

 Aprovechando mi habilidad y productividad literaria en pocos días reuní sigilosamente (no fuera a suceder que alguien me estuviera vigilando y expoliara mi brillante descubrimiento) toda la información y datos pertinentes. Estructuré la información, la conclusión y los efectos que ésta podría llegar a producir, de manera prolija y rígida como la que imponen las eminencias científicas. Luego me apresté a presentarla en el organismo adecuado con total determinación, y también, por qué ocultarlo, algún que otro temor al ridículo. Asegurando lo máximo posible la documentación crucial que me acompañaba, e intentando abstraerme mentalmente de ello para no despertar sospechas en las miradas callejeras, con suma prestancia y desinterés tome el colectivo que me trasladaría a la gloria. Al subir el conductor me inquirió sobre mi destino para cobrarme el boleto y presentí que algo extraño estaba sucediendo. Una estremecedora sensación de ser el objeto receptor (o la carpeta con mi valioso informe) de todas las miradas me sacudió. Respondí raudamente que iba a hasta el zoológico para intentar alejar todos esos infames vigías de mi alrededor. Qué ingenuo!

 Me acomodé por el centro del vehículo, que se encontraba considerablemente ocupado, pero no atestado de gente. Me propuse olvidarme del recelo que intentaba apoderarse de mí a partir de la pregunta del chofer, para pasar a gozar de mis últimos instantes de anonimato. Poco a poco el colectivo fue completandose y promediando el camino ya no había lugar ni para estar parado con un mínimo de comodidad. A unos cinco minutos del destino al cual me dirigía un hombre mayor, de aproximadamente unos 70 años presionó el botón de descenso. Iba de traje, vistiendo simpáticos anteojos, portando una cabellera rala que evidenciaba una derrota con el paso del tiempo y un portafolio de cuero sujetado por una de sus rugosas manos. Al detenerse el ómnibus para permitirle el descenso el hombre cayo desplomado dentro del colectivo evidenciando un súbito desmayo. O algo más sórdido aún. La gente cercana al indispuesto se dispuso a ayudarlo mientras otros le gritaban de manera efusiva al chofer para que no cerrara la puerta ni continúe la marcha. El hombre logró componerse y bajar del vehículo. Al colectivo lo detuvo el semáforo. Mientras observaba a la gente olvidarse instantáneamente del nefasto episodio y invadido por una aflicción de difícil comprensión, seguí el recorrido del hombre a traves de la ventanilla. Luego de diez o quince metros de ostensible tambaleo, el hombre volvió a caer, esta vez prolijamente. Solo una señora lo observaba desde una parada de colectivos cercana sin reflejar preocupación alguna. La población del ómnibus seguía en su mundo. Dude en descender para ayudar al hombre y en el transcurso de mi discernimiento, la puerta se cerró y el colectivo prosiguió su camino. Del hombre no supe más nada.

Cinco minutos más tarde me encontraba en la puerta del famoso organismo científico. Seguía profundamente atribulado por la desagradable situación que me había tocado presenciar. Quizás, debido a mi vacilación y consecuente falta de acción y solidaridad. Durante unos cuantos segundos me detuve a observar la puerta de ingreso con una extraña mezcla de resignación, vergüenza, ingenuidad y goce. Luego bajé la mirada, y crucé la acera para encaminarme hacia la parada de colectivo de regreso a mi casa. Seguía con la carpeta en la mano. Hacía algunos pocos instantes, había descubierto un pequeño grave error en mi razonamiento: los ojos podían ser muchísimos, la capacidad de visión infinita, el mundo muy chico, pero así y todo podía ocurrir que todos los ojos estén mirando para el mismo lado…    

Culposa lesa humanidad


No puedo concebir lo que ha pasado. Acrecentando mi desconcierto, me estremezco al anoticiarme que la desgracia es tanto más grave de lo que creía. El pecado que he cometido es imperdonable. Aunque todavía abrumado por el incipiente y brusco cambio, comienzo a entrever que mi infamia es una aguja en un pajar de cobardes azotes contra la humanidad. Percibo que todos los de por aquí han infligido la misma vileza y el agobio previo se convierte en un creciente sofoco. La sospecha de que todo se tornará cada vez más escarpado deviene en un temeroso pánico. Me resulta incompresible como, impelidos por esa inercia y sumisión a la rutina sedativa, nunca se interpelaron sobre esto. No puedo creer lo trágico que resulta del empeño, recelo y oculta pericia con que se guardan los secretos.

 Debo reconocer que aún me siento extraño aquí, foráneo. En esos estados suele ser arduo adquirir conocimientos sustanciales. A mi no me ha impedido aprender que mis secretos, fugazmente han dejado de serlo para convertirse en mi más osado y estúpido error. Es atroz el cosquilleo de saberse indefectiblemente equivocado. Me doy cuenta que nunca me había pasado. Uno siempre cree en la fragmentación del error, la división de la responsabilidad entre varios, en lo venturoso de las circunstancias que lo llevaron a cometerlo, los imponderables previos. Siempre se puede atenuar algún grado de culpa o puede uno ampararse en el orgullo (siempre necesario para continuar jugando en el circo) para disfrazar la falta y terminar creyendose esa máscara. Pero ahora yo no puedo, y por primera vez me corroe ese ácido maligno de saberme imposibilitado de remediar esto.

 Para disminuir esta profunda angustia voy a intentar el elixir de distraerme un poco. La idea es esforzarse por transmitir algunas sensaciones sobre mi nuevo aposento. Para ser sinceros, si hablamos de comodidad que es la primer característica que uno valora de los lugares, aquí es absoluta. Yo solía ser muy inquieto y preguntarme reiteradamente por el significado de la palabra nada. He leído tantas definiciones filosóficas, intrincadas todas ellas. Ninguna nunca logró convencerme. Qué placer fue llegar y despojarme de esa congoja que generaba en mí el desafío nunca superado. Aquí pude comprender cabalmente el significado de esa palabra. Y también entiendo el porqué de mi previa incomprensión. Me encantaría transmitirlo, pero sospecho que no puede explicarse. Por si la ciencia avanza lo suficiente como para que algún día puedan acceder a esto, quiero hacer un bien a la humanidad a la que tanto mal le hemos generado desde aquí y aclarar que si alguien se encuentra con el mismo escollo con el que yo me he topado, sepa fehacientemente que solo podrá abrir las puertas de semejante enigma al franquear las este infierno. Porque sí, sí! Esto es un infierno. Cómodo. Pero un infierno con todas las letras.

 No se imaginan. No es plausible que alguien pueda siquiera darse una mínima idea de lo que aquí ocurre. Todos están profundamente atribulados. Lo lúgubre es el denominador común. Nadie puede dormir, hay una horda porfiada intentando a cada instante lograr redimirse, remendar el inexcusable error, encontrar la pócima que provea esa posibilidad de que alguien nos preste atención. Lo que daríamos porque alguien reciba el mensaje que por pusilánimes hemos traído hasta aquí. Lo hicimos intempestivamente, por orgullo, por abnegación, por medrosos, por dolor, o por tantos diferentes motivos. Lo que está claro que todos hemos cometido una grosera equivocación. Por eso la locura y desesperación pululan en este reino. Les puedo asegurar sin temor a ser falaz o inexacto que la ausencia de algo apacible es desconcertante, nos horada, suscita una sensación avasallante que no remite. Como un sonido inquietante retumbando que no se puede evitar. En fin, esto es algo inhumano aunque pueda parece una ironía esa palabra mentada desde aquí.

Es muy prematuro mi arribo aquí y creo que ese es el motivo real por el cual todavía no puedo ser preciso al referirme a este lugar. Pero comienzo a entrever que es probable que nunca sea capaz de expresarlo con mayor claridad. Uno llega aquí de repente, sin que lo llamen, sin conocer el destino, sin elegirlo, con tantos sines. Realmente creo que son tantos como palabras puedan existir. Porque aunque sea redundante voy a repetir que ésta es otra dimensión, y también voy a enfatizar que es inquietante, desesperante. Al llegar aparece la flamante ilustración sobre un montón de secretos que rodearon nuestra estadía allá. La rodearon, pero siempre evadiendo penetrar en ella. Pasaron por arriba, por abajo, por los flancos, y nunca se animaron a atravesar los límites que les hubieran dado la posibilidad de revelarse. O rebelarse por qué no? Por cada uno de estos secretos, que dejan de serlo automáticamente cuando uno cruza las puertas de este nuevo aposento, me siento matado nuevamente. Porque es realmente así, cada una de estas confidencias hubiera abierto vastas nuevas posibilidades en mis decisiones de vida de haberlos conocido en su momento. O en algún momento. Y hoy veo en todos esos caminos una vida más feliz de la que tuve realmente. Sumido en la mentira, o más bien, en la incredulidad. Y por cada uno de esos caminos que no transité percibo aromas, sonrisas, placeres, sonidos, imágenes, amores, hasta llegar a sentir la misma muerte nuevamente, simplemente por no haber podido recorrerlos.

 Pero luego, no teniendo suficiente con tantas muertes personales, como un acto reflejo y mágico, me doy cuenta de algo más ruinoso. Aparece repentinamente este cólico más agudo y grave aún. Si al llegar nos sentimos desfallecer tantas veces, entonces a cuántos estaremos matando con los secretos que no hemos logrado desnudar allá y que nos trajimos en nuestra alforja, tan liviana en peso y pesada en carga. A cuántos? Y encima, al recapacitar, recordar, evocar los que rápidamente se acercan a nuestra frágil memoria, nos damos cuenta que atañen a nuestros seres más queridos. Esto es abrumador. Es un hondo y apabullante sentimiento de culpa. Una inexorable necesidad de evitar que esto se siga propagando. Es acuciante que todos los secretos comiencen a propalarse, a difundirse. De manera discreta, eficiente, casi silenciosa, pero hay que realizarlo ya! Es menester y obligación de todos poner manos a la obra para que la naturaleza sobreviva a este desastre natural, para que la humanidad se sobreponga a estos crímenes perfectos. No podemos permitir que más caminos sean podados, expoliando las posibilidades de elegir por donde transitar a nuestros semejantes. El designio es abismal y apabulla, estresa por demás. Por eso aquí nadie tiene la paz tan ansiada. Y también por eso deseo una sola cosa. Una nomás. Que mis seres queridos, dentro del árbol podado del cual evidentemente no podrán despojarse, siempre elijan el camino más largo, porque cada instante aquí es insoportablemente insoportable!    

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