Piratas del espacio

 Apostaría alguna que otra monedita por que a más de uno le seduciría encarnar en algún momento al despreocupado e histriónico capitán del Perla Negra. Éste célebre navío, capitaneado por la magnificencia de Jack Sparrow y atiborrado de borrachos piratas genera un sinfín de fuegos artificiales en mi cabeza. Algo similar experimenté al desayunarme con que mi humilde país, estaba presto a lanzar su primer nanosatélite al espacio. Por una elocuente decisión de sus desarrolladores, que amalgama chauvinismo; devoción y reivindicación, al imperceptible objeto que centrifuga el cielo se lo conoce como El Capitán Beto. Pero el enajenante coctel de sorpresa, algarabía y esperanza derivó, como no podía ser de otra manera, en un incómodo interrogante. ¿Qué tendrán que ver ese antiguo y colosal bicho de mar (el Perla Negra) con un satélite en el espacio?.

 El espacio es y ha sido por los siglos de los siglos, una fuente inagotable de elucubraciones fantasiosas. Debo reconocer que también de algunas más terrenales aunque el reality show en Marte se esfuerce por eclipsarlas. A veces el simple paso del tiempo es lo que las vuelve lo suficientemente pedestres. En ciertas obras literarias del siglo XIX aparecía ya la concepción del satélite artificial, un elemento concebido por el hombre orbitando algún cuerpo celeste. Pero no es hasta la época de la guerra fría y la competencia voraz del hombre por acceder a la luna que esta nave espacial toma forma y color. Refutando el irrefutable refrán popular que incita a pegar primero para golpear nuevamente, el primer satélite artificial depositado en el espacio, el Sputnik, fue propiedad del comunismo. Cincuenta años después, bajo el imperio del mundo unipolar, los satélites existen por diversos motivos. El espectro de beneficios que dispensan abarca desde los infaltables usufructos militares en pos de acceder a información confidencial (posiciones enemigas, comunicaciones secretas) hasta el de especular con los mapas interactivos de Google con el simple objetivo de inferir si las piletas de los barrios privados están o estarán al alcance de los sabuesos de la AFIP. También son adecuados para el uso ubícuo de los sistemas de posicionamiento satelital en cualquier tipo de medio de transporte, para comunicaciones de larga distancia o para precisar las frecuentemente fallidas previsiones meteorológicas. Uso más novel y todavía en etapas de investigación o incipiente desarrollo es por ejemplo el de los biosatélites que trasuntan organismos vivos entre cielo y tierra. ¿Y que tendrán que ver entonces los piratas con los satélites, la guerra fría y la cortina de hierro? mascullará el lector. No es ese el interrogante que se ha planteado, por lo que propongo que orcemos, apuntemos el timón a babor y retomemos el derrotero hacia el oeste.      

 Refutando el casi pueril imaginario colectivo respecto a los satélites, el cual convergería en suponer que éstos emulan a las fastuosas y futuristas naves que comandaba el legendario Luke Skywalker en la saga Star Wars, la realidad, infalible ella, indica que el flamante nanosatélite de origen argentino (cuya denominación formal es CubeBug1) se reconoce excesivamente tosco a la vista. Esto se sustenta, en primer lugar, en que la principal batalla de los desarrolladores fue la de la factibilidad en desmedro de la estética. ¿Cuál es el mayor impedimento para orbitar un celular y sacar algunas fotitos con un gadget desde el espacio?. En resumidas cuentas los principales obstáculos que existen son tres. La radiación es muy nociva para los equipos electrónicos generando la nada desdeñable posibilidad de que se susciten eventuales comportamientos impredecibles. Las temperaturas extremas también representan una amenaza para su correcto funcionamiento y sobrevida. Por último, el costo de cruzar la puerta de salida de la tierra es por peso. Por ende, cuanto menor lastre más posibilidades de conquistar el espacio mediante un batallón pletórico de capitanes. Los desarrolladores se embarcaron hacia una plataforma concebida desde sus orígenes apuntando a superar los tres obstáculos mencionadas y como filosofía de trabajo decidieron impulsar la mayor cantidad posible de funcionamiento hacia el lado del software, el programa que regula el funcionamiento del nanosatélite. La ventaja de este enfoque está en que el satélite puede ser modificado de forma remota mientras que viajar al espacio a remendar un componente es casi imposible tanto técnica como económicamente .    

 Democratizar el acceso y hackear el espacio son los objetivos de Satellogic, la organización madre del Capitán. El concepto de hackear, situado en este contexto, se refiere a utilizar herramientas tecnológicas con una visión que trascienda a la funcionalidad primordial para las cuales fueron ideadas. Éste habría sido el salto que propició y propulsó la revolución tecnológica. Extrapolando la idea al contexto aerospacial, implica que el costo de un nanosatélite como el Capitán Beto no exceda los 500U$d, ya que fue creado con procesadores de teléfonos celulares y componentes tan vulgares como transmisores de radio, placas de red inalámbricas estándar y elementos que se adquieren en cualquier ferretería de arrabal porteño. Puesto en términos filosóficos, la revolución estaría en encontrar para los componentes tecnológicos, el efecto que los migre de su particular inmanencia a la trascendencia.    

Y cuándo llegan los piratas pa?. La piratería ha desarrollado una intensa metamorfosis al ser adaptada a la era tecnológica de fines del siglo XX - albores del XXI. Otrora reflejado en las gestas épicas y los cañones resonando por el vasto océano, en la era digital el prototipo del pirata lo simboliza el nerd desaliñado y ermitaño con su pequeña computadora portátil como única arma siempre presta para sus fechorías. También lo encarnamos los meros cibernautas cuando descargamos los productos culturales que pululan por la nube sin la contraprestación económica que reclaman los autores y/o distribuidores. Sin embargo, la tradición e identidad pirata conllevan también una ideología revolucionaria e intrigante. Sus códigos de camaradería tienden a pregonar la solidaridad, el respeto y la igualdad entre tripulantes. Los genuínos piratas se caracterizaron por propiciar las organizaciones democráticas puertas para adentro, donde prevalecían los pergaminos por sobre la alcurnia. Su sagacidad se cristaliza en la verdadera esencia del parche ocular, bastardeada en la actualidad. Este atuendo no fue ideado para representar al polígamo ni para animar los casamientos, sino que existe por la necesidad que tenían los capitanes de transitar raudamente, en pleno combate, de ambientes completamente iluminados por luz natural (la cubierta por ejemplo) hacia bodegones sumidos en la oscuridad desde donde se ejecutaban las maniobras de cañón. Mantener el iris entrenado y soslayar el tiempo de adaptación podía dividir las aguas entre un etílico festejo de victoria y un irreversible naufragio. 

De algún u otro modo, estos son los ideales y valores que flamean en las oficinas de Satellogic en Bariloche donde la bandera pirata está literalmente izada. La lucidez y capacidad de los miembros del equipo son, sin ningún lugar a dudas, ostensibles. No menos importante es la fraternidad entre los “tripulantes”. Pero su principal capital se origina en su inusitada subversión. Quebrar los límites de la tecnología, superar las barreras de lo imposible, amenazar el status quo. Derribarlo. Como los más destacados piratas, ellos no se fían de su inherente capacidad y utilizan su propio parche, ¿por qué no?, para mantener su iris entrenado. La metáfora es elocuente. Observar la tierra y el espacio, en simultáneo y sin distorsiones. Ser capaces de amalgamar la sabiduría del científico con la experiencia del empresario. El estado y el capital. Una sola premisa es innegociable. Se debe modificar el orden preestablecido. Robarle algo a la realidad coyuntural.  

Democratizar el espacio puede ser interpretado entonces como el acceso de cualquier hijo de vecino, a la tecnología aerospacial. Esto sería posible si la plataforma lograra la profusión planificada y al Capitán lo secundaran muchos otros himnos del entrañable rock nacional. Nada desdeñable, habría que desarrollar también un esquema de acceso simple a los eventuales y potenciales beneficios. Las primeras elucubraciones apuntan a que estos satélites lleven consigo cámaras de alta definición mediante las cuales se podrían obtener imágenes de distintos puntos de la tierra y predecir desde cambios geológicos hasta niveles de fertilidad de zonas de cosecha. La usina de ideas está abierta y en pleno funcionamiento. Pero los piratas siempre se caracterizaron por tener enemigos y ésta no sería la excepción. De a poco comienzan a aflorar las tensiones geopolíticas y las repercusiones en la comunidad internacional todavía están por verse. Mediante el bloqueo, tanto de componentes como de información esencial e indispensable, sumado a la conminación a retacear todo tipo de ayuda a otros países, los poderosos imperios intentar mantener el status quo respecto a la vanguardia tecnológica y la propiedad de los cielos. Nobleza obliga, la revolución parece haber comenzado, y viveza criolla, Argentina intenta una épica largada.   


 “Tierra a la vista!” se escucha y aunque no parece haber animosidad en el puerto, se arrebata con premura el último interrogante.¿Es Satellogic el perla negra del Siglo XXI?. Jack Sparrow logra salirse casi siempre con la suya. Argentina, mediante sus creativos emprendedores y el apoyo de organismos estatales, se ha decidido a participar de la revolución espacial con el objetivo de apropiarse de ella y revolucionar el mercado de los cielos. Carl Sagan describe la nimiedad del ser humano a partir de una hermosa imagen conocida como el punto pálido azul, donde podemos reconocer el planeta que habitamos como un simple píxel indescifrable desde una distancia exorbitante. ¿Podría éste ser un certero golpe al narcisismo de la especie?. Lo seguro es que no estará Freud para constatarlo. Lo probable es que el acceso al espacio nos haga reflexionar, ¿y por qué no?, es plausible que también modifique nuestras vidas. Dentro de esa posible transformación, se encumbra la parábola del parche pirata, la ventaja de mirar dos mundos a la vez. Hoy esa realidad la simboliza el Flaco Spinetta, gracias a un grupo de piratas argentinos. Y, pese a practicar lo que en tierra se denominaría robo y secuestro, los piratas han sido en numerosas ocasiones considerados héroes nacionales en sus países. Salud!

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